lunes, 21 de diciembre de 2009

Caricias



Así como sus dedos juegan en la base, suben por el pie y acarician la copa hasta ponerse firmes y llevar el vino a sus labios...

Así quiero que sus manos recorran mi espalda.



miércoles, 4 de noviembre de 2009

Recién llegada



Echo dos vueltas de llave a la puerta de calle que acabo de cerrar después de entrar a casa. Tiro el manojo de llaves en la canastita estratégicamente ubicada para eso. Clara señal de que el mundo entero ha quedado afuera. En un solo movimiento suelto todas las cosas que traigo colgando de los hombros y enredadas en los dedos, quedan desparramadas y no se quejan (sospecho que están acostumbradas).

Los zapatos quedan desatendidos a la distancia exacta de un tranco sin interrumpir el avance hacia la habitación. Tampoco freno mientras voy sacandome la ropa, prenda a prenda. Entro al cuarto, justo antes de abandonar todo sobre la cama abarajo mi vestido impresentable y asquerosamente cómodo. Libero mi pelo del broche que lo sujetaba y que quedará olvidado por unas horas sobre la mesa de luz . Recién ahí me tomo los segundos necesarios para sentir el piso fresco contra la planta de mis pies.

Distiendo los hombros, dejo caer levemente la cabeza hacia adelante. Un instante, dos y finalmente me pongo ese vestido que alguna vez fue colorinche y ahora apenas lo demuestra. Camino despacio hasta la cocina, invento algo que llamaré cena, busco una copa y la lleno hasta la mitad de tempranillo. Vino en mano elijo una película, acerco el plato, me siento plácidamente, levanto los pies y pongo play. Ese es el placer de la casa sola.

Una copa de vino puede ser una gran compañía.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Destapa el champán


Le puso un nombre a este espacio, lo llenó de videos y letras durante un tiempo y después lo dejó acá para que nosotros vengamos, de tanto en vez, a seguir brindando.

Es lógico que, hoy, llene las copas a su salud.


Feliz cumpleaños, Malbec.

lunes, 21 de septiembre de 2009

Leves variaciones



Hay otra textura en las manos, otro aroma en la piel, otra sensibilidad en los labios, otro resplandor en los ojos, otra tensión en los cuellos, otra reacción al contacto, otra noción de proximidad, otra cosquilla en las espaldas, otra calidez en los cuerpos, otro ritmo en la respiración. Aunque todo se vea igual, aunque el contexto no varíe, aunque parezcan las mismas personas de hace minutos atrás.

Podemos pensar que nada cambia pero hay otro sabor en esas bocas que se besan después de haber brindado.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Rincones




Lo encontramos de casualidad. Un rincón chiquito, una especie de local de venta de artesanías y muebles de campo, un secreto bien escondido. A dos cuadras del anexo donde cursábamos hasta tarde, a la noche, en ese lugar de la ciudad, había un fanático de los vinos de bodegas boutique y los servía en preciosas copas de cristal con tablas de picadas sobre mesas con aroma a madera entre sillones cómodos.

Fueron meses de soltar las carpetas sobre cualquier mueble, sacarme las sandalias, sentarme chinito en un sillón y dedicarle horas a la charla tranquila, al sabor de los diferentes varietales, a la placidez de disfrutar un buen momento en un buen lugar. A los pocos meses lo mudaron y se convirtió en un lugar prestigioso y concurrido. A los pocos meses dejé de ir.

En el ritual del vino, el entorno es fundamental.

domingo, 23 de agosto de 2009

Rastros




La sensación de haber pasado un rato precioso entre charlas y risas y humo de cigarrillos encuentra su mejor reflejo en las marcas de vino tinto impresas en el mantel.


jueves, 6 de agosto de 2009

Intenciones



Él intentaba explicarme algo sobre el color del vino, el aroma, los taninos y todas las cosas que se podrían decir al mirarlo y probarlo despacito.

Yo sólo podía concentrarme en el leve tinte morado que quedó en sus labios, en todas las cosas que se podrían sentir al mirarlo y probarlo despacito.



lunes, 27 de julio de 2009

Tres



Era navidad, en realidad noche buena, y después de muchos años estábamos los tres solos (o solamente con nosotros) en medio de primos y tíos. No había parejas ni amigos ni nada más que el resto de la familia y nosotros, hermanos reencontrados. La celebración empezó temprano y despelotada, como siempre. Algunos más fueron cayendo entre bocaditos y vasos de cerveza. La cena llegó entre risas y anécdotas y discusiones.

La mesa de grandes y chicos (aunque los chicos también fuésemos grandes ya). La fila plato en mano para elegir de qué bandeja servirnos. Las botellas de bebida circulando por la ronda. La charla bulliciosa, los chistes, las anécdotas, el resumen del año de cada uno, el postre, la sobremesa con garrapiñadas y tantas otra cosas dulces e irresistibles. El champán, el brindis, los besos, los abrazos, los buenos augurios, la ceremonia de los regalos y después la noche debía terminar.

Esa no era nuestra ciudad. Esa noche no íbamos a bailar ni a brindar en otras casas. Ese 24 (aunque ya fuese 25) de diciembre, como nunca, alguien sacó de algún cajón un mazo de naipes. Punta y hacha dijo alguno y sumamos seis para la ronda. Salimos, volvimos a la mesa larga que nos vio cenar. Nadie tiró los reyes. Esa noche nosotros tres jugábamos juntos por primera vez. Nos distribuimos en nuestros lugares y empezó el juego.

Las botellas fueron cayendo de a una. Ninguno abandonó su copa. Primero se vació el champán, después terminamos una botella de vino blanco (porque total, ya estaba abierta), más tarde fueron apareciendo otros varietales, tintos para nuestro gusto. Jugamos sin señas. Jugamos hablándonos en un idioma que compartíamos de chicos y no habíamos olvidado. Él y yo decíamos pavadas, ella sacaba la carta necesaria en el momento justo. Cada mano merecía un nuevo brindis. No hace falta recurrir a los personajes de Dumas para que se entienda.

Éramos tres y éramos, por primera vez en mucho años, un equipo.

lunes, 20 de julio de 2009

Sensaciones

¿Sentiste alguna vez un par de lágrimas de vino recorriendo tu espalda?

¿Sentiste después los escalofríos de esa boca tomando las gotas de tu piel?


No siempre los buenos brindis necesitan copas

jueves, 16 de julio de 2009

Secretos



Él había resuelto dedicarle su vida al secreto de las vides y sus jugos, yo estaba metida, casi sin darme cuenta, en un mundo de música y vinos y blends y cepas y degustaciones del que sabía muy poco. Él relataba experiencias de enólogo en una bodega boutique de algún paraíso mendocino y yo estaba a gusto jugando a diferenciar varietales y hacer radio. Él hablaba de las virtudes de un vino mundialmente premiado y yo despotricaba contra una etiqueta que (debió reconocerlo) dejaba bastante que desear.

Habría sido una conversación más de las tantas que se daban entre bloque y bloque con cada entrevistado. Habría pasado sin pena ni gloria como el creador de un vino exquisito con etiqueta espantosa. Habría, todo esto, escapado de mi memoria si él, de más de cuarenta años, no me hubiese dicho a mí, que no llegaba a los 25, una frase que todavía recuerdo.

Vas a saber cuál es tu vino preferido cuando descubras a la persona con la que querés compartirlo.


martes, 7 de julio de 2009

Tempranillo

¿Y si mejor pasamos a un vino? Sí, sí. Me parece bien. Dale, ¿tenés copas a mano? Copas es lo que sobra en esta casa. Ok, y no sé dónde está el sacacorchos. Acá, tomá. Gracias. ¿Qué vas a destapar? Pensaba en un blend, cavernet sauvignon, malbec, merlot, ¿te parece? ¿No hay un tempranillo? Si estoy yo hay un tempranillo. Tomemos ese mejor, entonces. Mejor, sí... tomá, agarrá tu copa. Gracias. Falta un poco de música...


Ahí está. ¿Se puede fumar en esta casa? Sí, abrimos un poco la ventana y listo. Y necesito un cenicero. Acá tenés, es chiquito pero simpático. ¿Querés que invente algo para comer? Puede ser, ¿qué tenés? No, no traje nada, no planeaba cocinar pero algo puedo inventar. No, mejor armemos una picada. Hay quesos, aceitunas, fiambres, pan... Excelente, vamos con la picada, decime dónde encuentro tabla y cuchillo y yo me encargo. No, vamos a la cocina y preparamos juntos. Buenísimo... esperame un minuto que termino el cigarrillo así no me alejo de la ventana. Dale tranquila, no hay apuro, me gusta verte fumar.
Y así empieza el juego.

viernes, 3 de julio de 2009

Vino y Café (y viceversa)

Heredé un blog. Es una sensación extraña. Yo, a este blog, lo conozco desde el principio. Tiene cosas mías, muchas cosas mías. Tiene detalles y palabras y señales y rinconcitos míos pero no era mío. Era de Malbec. Y yo lo vi aparecer sintiendo que encontraba otro lugar donde tomar unos mates de vez en cuando. Otro espacio donde leer cosas lindas y ver cortos bien seleccionados y compartir comentarios con otra gente. Algunos conocidos y otros no.

Lágrimas de Malbec es un nombre precioso y eso me complica. ¿Cómo estar a la altura de algo que pensó alguien más? ¿Cómo sentirme como en casa? ¿Como cumplir con las expectativas? Hace más de un mes que tengo este espacio vacío de palabras atiborrada por esas preguntas. Hoy recordé un par de momentos, un par de diálogos con Malbec. Parece mentira cómo alguien con quien apenas hablamos puede descomprimirnos la cabeza y calmarnos el ánimo tan fácil.

A finales de marzo tuve una seguidilla de días complicados, atestados de tareas y llenos de incertidumbre. En un momento estallé. Le dije que no iba a poder, que no sabía cómo hacer con todo, que estaba sobrepasada. Me dijo que tenía que hacer como hasta ahora. Si llegaste hasta acá vas a encontrar el modo de resolverlo. Tenía razón. Cuando hace un par de semanas le conté todas las dudas por este blog. Me dijo que me estaba pasando de enroscada, que ahora este espacio era mío, que lo que sea que haga iba a estar bien.

Y yo sé que no son las grandes frases de un gurú espiritual. También sé que no ando por la vida buscando guías sino compañías. Entonces, acá estoy. Empezando, de alguna manera, a revivir este espacio. Ojalá, Malbec, me sigas proponiendo cortos para mirar de tanto en vez. Ojalá sepas que este espacio va a seguir siendo un poquito tuyo.

Porque, al fin y al cabo, el vino es más rico cuando se toma de a dos.


(en honor a las pruebas previas)

jueves, 23 de abril de 2009

miércoles, 22 de abril de 2009

¿Nunca te pasó?

viernes, 17 de abril de 2009

En mañanas como las de hoy

Cuando te despierta el desagradable ruido a ciudad.

Cuando el martillar de la obra de al lado se vuelve insoportable.

Cuando el carro de bomberos parece haber sido guionado por un escritor inoportuno.

Cuando el despertador suena más a ciudad que nunca.

Pues en mañanas como las de hoy es donde más ganas tengo de amanecer en un lugar com éste:


Pero es cuando más cerca estoy de amanecer en una ciudad como esta:

lunes, 13 de abril de 2009

Mil palabras

No tuvo mucha repercusión el corto anterior pero no pienso claudicar.


martes, 7 de abril de 2009

Pienso, luego existes

viernes, 27 de marzo de 2009

Gajes de la soledad - Hoy: Ir al cine solo

Estar solo no es tarea fácil. Y cuando digo solo no digo que uno está solo en la vida. Me refiero a no estar en pareja. Pero, cuidado, esto no es una queja. Me llevo muy bien con mi soledad. Bah, nos llevamos bien. Porque esto es de a dos, viste?

El tema que nos reune hoy (malbec de por medio, claro) es ir al cine solo. Empecemos por las cosas positivas que las hay. No hay que arreglar con nadie. No hay problemas de horarios. No hay que esperar a ninguna pareja impuntual. Y lo mejor de todo, no hay discusiones sobre qué película ver. Hasta acá lo positivo.

Pasemos ahora a las cosas feas, tristes o negativas que aparentemente tiene ir al cine solo. Uno hace la fila para sacar las entradas y empieza a cogotear hacia adelante y hacia atrás para ver si puede divisar a alguien en la misma situación. Difícil. La gente no va al cine sola. Mucho menos las mujeres. Si, ya sé, alguien me va a decir: "Yo tengo una amiga que siempre va al cine sola". Bueno, nunca la vi.

Cuando finalmente nos llega el turno a nosotros (a mi soledad y a mi, si) comprobamos que los complejos de cines cambian, las películas cambian y hasta las vendedoras cambian. Eso sí, lo que no cambia es la pregunta que más nos duele. Esa pregunta que nos enfrenta con nuestra realidad una y otra vez: "Una sola?". Sí, una sola. ¿Cuál es el problema? Acaso al que pide dos entradas le preguntan "Dos solas?"

Superada la compra de las entradas. Perdón, de LA entrada, llega el momento de entrar a la sala. ¿Hay algo peor que ir al cine solo? Si, que además de ir solo haya poca gente. ¿Hay algo peor que ir al cine solo y que además haya poca gente? Si, que la poca gente que haya sean 3 parejas.

Uno entra y automáticamente recibe las miradas de cada una de las personas que componen esas 3 parejas. Creo que la gente trata de averiguar si uno está solo o es que en realidad nuestra supuesta pareja se demoró en el baño o comprando algún que otro combo de pochoclos, nachos, gaseosas y panchos, y uno se adelantó a reservar las butacas. Lentamente se irán dando cuenta de que no hay ninguna pareja en ningún baño, ni comprando ningún combo de nada.

Elegir donde sentarnos con 3 parejas distribuidas por la sala no es tarea sencilla. El lado positivo de que haya poca gente es que uno evita tener que sentarse al lado de una pareja que, seguramente, es la más melosa de todo el complejo. Siempre tengo la suerte de sentarme al lado de la pareja joven, la pareja de la primera salida donde la pasión está a flor de piel y el cine y la película son una excusa para franelearse...

Me siento estratégicamente lejos de las 3 parejas, lejos de cualquier ruido a beso. Empieza la película. La disfruto. La paso bien. Elegí bien.

Llega el final. Particularmente me gusta quedarme leyendo los créditos. Me interesa grabarme los nombres de actores, directores de arte, sonidistas. Nunca supe bien para qué, pero lo hago. Las parejas también se quedan, aunque en este caso no por interés en los créditos, claro. Esta vez tuve suerte. No hubo tanto ruido a beso ni franeleo durante el filme. Por eso, respetuosamente me levanto y los dejo solos, con su pareja. Y yo, me voy con la mía...

miércoles, 25 de marzo de 2009

Dos copas

Hay un sonido, en realidad, es una sensación sonora. El instante en que el corcho se desprende de una botella por primera vez. El momento en que el hermetismo termina. Después, el vino respira. Después, los aromas se liberan. Después, el tiempo toma otra dimensión.

Antes empezó el ritual. Detectar el momento, elegir la botella, buscar el sacacorchos, encontrar las copas, traer el decantador, acomodar la luz para que sea precisa, tamizar la música para que acompañe justo... Pero después los minutos se frenan o se sobredimensionan.

Hay otro sonido. Las primeras gotas de vino fluyendo desde la botella a la copa o el decantador. Parece que no, sentimos que todo sigue normalmente pero la conversación se interrumpe y las acciones se detienen por una fracción de segundo para disfrutar de esos sonidos.

Después llega el aroma, después el sabor, después las sonrisas se tiñen y los recuerdos adquieren otro color. Después las palabras se distienden, los sentidos se profundizan, el ambiente se modifica, las miradas de transforman.

Podemos disfrutar de una copa solitaria de vino pero el ritual, el ritual es siempre mejor de a dos.


Gracias Alma!